El vino del estío es una novela del escritor estadounidense Ray Bradbury. La leí hace varios años, cuando tenía la misma edad que el protagonista ya que me la regaló mi prima cuando cumplí 11 o 12 años. Fue lo primero que leí de Bradbury y, aunque este libro no tiene nada que ver con la ciencia ficción tan característica de este autor, me gustó mucho. El ejemplar que yo tengo pertenece a la mítica editorial Minotauro. Lo releí este año para la #Summerthon.
La novela gira en torno a Douglas Spaulding, un chico de 12 años que vive en la ciudad de Green Town en Illinois. Transcurre durante el verano de 1928, momento en que Douglas hace un gran descubrimiento: ¡está vivo!
Douglas vive con su hermano Tom de 10 años, sus padres, sus abuelos y su bisabuela en una casa grande donde además se hospedan varios pensionistas. El libro está narrado en tercera persona, la mayor parte del tiempo desde el punto de vista de Douglas Spaulding, aunque a veces esto cambia y conocemos el punto de vista de otros habitantes de la ciudad. El vino del estío no es una novela clásica, sino más bien una colección de anécdotas que le ocurren a un niño y a las personas que lo rodean durante el verano.
Tom adora las estadísticas y Douglas decide anotar en una libreta los ritos, las ceremonias y las revelaciones del verano. Así iremos conociendo lo que piensa y siente el protagonista, además de qué cosas son importantes para un niño de su edad.
Con respecto a las anécdotas protagonizadas por los vecinos y familiares de Douglas, las que más me gustan son el diálogo entre la señora Bentley y los niños, la Máquina del Tiempo del señor Freeleigh, la elección de la presidenta de la Liga Femenina Madreselva, la historia de la señorita Loomis y Bill Forrester, la bruja del tarot y la historia de Lavinia Nebbs y un misterioso asesino conocido como el Solitario.
Si tuviera que elegir un personaje preferido creo que ese sería Tom. Me gusta la relación que tiene con su hermano Douglas. Son grandes compañeros y muy unidos. Tom todavía conserva la inocencia de la infancia y tiene unas ocurrencias muy ingeniosas.
Un párrafo aparte merece la traducción de Francisco Abelenda. Al buscar en internet, descubrí que era el seudónimo de Francisco Porrúa, el fundaor de ediciones Minotauro. La traducción es impecable y aunque se usa el "vosotros" (Porrúa era español, pero vivió muchos años en Argentina), puede ser leída y disfrutada por cualquier lector de habla hispana. El traductor logró transmitir el lirismo y la poesía que impregnan la deliciosa prosa de Bradbury.
En conclusión, es un libro con gran nostalgia, que rescata la inocencia de la niñez. A pesar de la lejanía temporal, me hizo acordar a mi infancia en la década del ochenta, cuando los vecinos se sentaban en la vereda a charlar y a tomar aire de la misma forma que en 1928 la gente se sentaba en los porches de las casas. Algunas cosas se mantienen intactas, como la felicidad de comprarse un nuevo par de zapatillas. Los chicos adoran el verano porque es la época de las vacaciones escolares; a mí también me gustaba, pero ahora prefiero el otoño y el invierno. El vino del estío es un libro que capta magistralmente la fascinación por el verano que tienen todos los niños y que rescata la inocencia y la nostalgia de un pasado que ya no volverá.
Yo también disfruté de estás narraciones de Bradbury traducida al castellano. Estuve muchos años pensando en cómo haría el abuelo para fabricar el vino del estio, o sea del verano,y qué partes de las plantas de diente de león utilizaría...preciosa nove!a.
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