Pablo Melicchio |
¿Cómo empezaste a escribir?
Asocio el inicio de la escritura con la angustia y el autoconocimiento. Desde muy chico llevaba un diario íntimo, como un cuaderno de reflexiones y de repaso de mi cotidianeidad: aciertos y desencuentros con chicas, situaciones con amigos y con mis padres, planteos y preguntas filosóficas de aquellos tiempos. Recuerdo que cuando tenía 12 años y murió mi abuelo materno, la escritura fue mi forma de liberar la angustia interior, de recorrer su vida y su muerte, supongo que para tratar de entender lo inentendible, mi propia existencia. Quizá esa siga siendo la función de la escritura para mí: una forma de diálogo conmigo mismo, un intento desesperado de comprensión del vasto universo y de mi pequeño mundo, es decir una búsqueda constante.
¿Cuáles son tus escritores preferidos?
No tengo un autor preferido, son varios y los leo dependiendo del estado anímico por el que esté transitando. Sabato y Borges fueron mis primeras lecturas. Con Sabato tuve el placer de encontrarme en la librería La Ciudad, sostener un diálogo que, entiendo hoy, fue determinante para animarme a ser escritor. Entonces siempre vuelvo a Sabato y a Borges. Me gusta mucho Abelardo Castillo, Arlt y Kordon. Escritores orientales, por sobre todo Oé, pero también Kawabata, Mishima y Murakami. Me interesa Coetzee y algo de Paul Auster. Me encantan Mario Levrero y José Saramago. En poesía, Juarroz y Gelman. Pessoa está entre mis preferidos. Y en psicoanálisis siempre regreso a Freud, que además de revolucionar el campo de la psicología fue un gran lector y escritor
¿Asististe a algún taller literario para desarrollar tus habilidades literarias?
No, nunca fui a ningún taller literario. Lo que escribo es producto de lo que aprendí a leer.
La novela Quinifreud tiene dos puntos de partida. Uno, como consecuencia de un paciente que vino a consultarme y el despliegue de su discurso delirante, por cierto bien sistematizado, creíble, acerca de este mundo al que había que salvar porque estaba siendo “tomado por la oscuridad”, me dejó pensando, y eso inspiró una línea del desarrollo del libro y las características de uno de los personajes centrales de la novela, que es Ángel Zamudio. Y, por el otro lado, unos chistes que hicimos con mi padre algún que otro domingo, interpretando los sueños que nos contábamos con los números de la quiniela, para luego ir a jugarlos. Entonces el personaje principal, el psicólogo Salvador Cabulli, va desarrollando la teoría secreta del Quinifreud, que no es más que ese juego que hacíamos con mi padre, pero que él lo toma muy en serio, creyendo que será una revolución en el campo de la psicología. Mientras que en otros capítulos, Ángel Zamudio, el extraño paciente, retiene al psicólogo en el consultorio para intentar sumarlo a la Hermandad de la luz para salvar al mundo. Luego todo se unificará, que es la conclusión de la novela.
En la novela QuiniFreud se mezclan tus dos pasiones, la psicología y la literatura. ¿Escribiste otros textos donde también uniste estas dos pasiones?
Sí. Todos mis libros conllevan algo de lo vivido, experimentado en lo real o fantaseado, y la profesión ocupa mucho espacio en mi vida cotidiana y en mi historia personal. “Letra en la sombra”, que es mi primera novela publicada, es el resultado de mi pasaje como psicólogo por instituciones carcelarias donde atendí adolescentes presos,y sucedió que me tocó atender a Mariano, un muchacho muy particular que robaba libros para poder sobrevivir. En él, y en la atmósfera vivida en la cárcel mientras trabajaba, me inspiré para escribir esa novela. Luego publiqué “Crónica de los hombres que buscan un lugar”, libro en el que relato mi experiencia dictando un taller literario reflexivo dirigido a hombres en situación de calle en el Parador Retiro. Después salió a la luz “Las voces de abajo”, novela en la que construyo una ficción, inspirada en una institución en la que trabajé como psicólogo durante varios años, donde concurrían muchachos con capacidades diferentes. Chiche, que es el personaje principal, y que se parece bastante a unos de los muchachos internados allí, es el encargado de la granja y se conecta y dialoga con cuatro desaparecidos enterrados y ocultados allí desde la época del proceso. Mientras Chiche busca que creen en él, en que es verdad que escucha a las voces de abajo ocultadas bajo la granja, en el curso de la novela se van articulando las particularidades de la discapacidad con la de los desaparecidos. Le sigue el libro “GPS para orientarnos por el mundo adolescente” en el que efectivamente todo el desarrollo del libro tiene que ver con mi experiencia como psicólogo especialista en adolescentes. Y ,finalmente, “La mujer pájaro y una modesta eternidad”, novela en la que, vía lo vivido, lo escuchado y trabajado en los psicoanálisis que dirijo y por los que transité como paciente, construyo una novela que habla de las crisis de las etapas de la vida, del paso del tiempo y del amor, pero con el agregado de un personaje “fantástico”, entre psicóloga y budista, que es la mujer pájaro, que va orientado a Rafael, el protagoniza central, en cómo manejarse con las dos mujeres, también protagonistas de la novela, una más joven, alumna de él, y la otra diez años mayor, que fue su primer amor y que retorna luego de diez años y ese suceso da origen al conflicto de la novela. Y a su vez, la mujer alada le va dando señales a Rafael acerca de la existencia de otro mundo, mejor, más espiritual, sin tantas divisiones y padecimientos como este mundo tan terrenal.
¿Qué cosas te inspiran a la hora de escribir?
Me inspiro en sucesos de la vida cotidiana, en los recuerdos, en los sueños, en el fantaseo. Lo que observo. Lo que la gente hace y dice. Suelo escribir mucho en los bares, que son una gran fuente de inspiración, microclima ideal, muestra de lo que es el ser humano, tanto lo que acontece dentro (lo que come, dice, hace, gesticula) como el desfile incesante de la diversidad humana por fuera, en la calle. Los observo, les invento historias, me reinvento a mí mismo. Y el consultorio es también un disparador exquisito de textos, no de la vida de los pacientes pero sí puedo tomar alguna frase, gesto, idea, o algo que yo haya dicho en ese contexto puntual. En la terapia uno se sumerge tanto en las profundidades, que se suelen regresar con tesoros únicos.
¿Qué consejos le darías a alguien que está dando sus primeros pasos como escritor?
No dejar de leer. Mucho culo silla, decía García Márquez. Que no tema. Que lo importante es escribir, más allá de los resultados esperados socialmente: publicaciones, reconocimientos, premios, etc... Que la escritura en sí misma sana, es una forma de repensarnos, de profundizar en nuestras oscuridades.
¿Cuál es tu próximo proyecto literario?
Un libro que se llamará “El arte nos puede salvar”, que sale en simultáneo en nuestro país y en Francia. Es una versión ampliada y corregida del libro en el que narro la experiencia, y los efectos terapéuticos, del dictado del taller literario reflexivo a los hombres en situación de calle en el Parador Retiro. Y además incluyo unos capítulos en los que abordo a algunos escritores que a través del arte se sanaron, transitaron sus duelos o dolores, se pensaron, como Lewis, Didion, Oé, Gelman, Isabel Allende, Jacobo Fijman, entre otros. Un libro en el que desarrollo la idea de que el arte es una forma efectiva de diálogo con uno mismo y por lo tanto de comprensión y de sanación de lo no resuelto. Que la escritura y lectura interior u oral y compartida y reflexionada, abre caminos inusitados y es una forma de elaboración de los conflictos, de estimulación de la memoria, de entendernos y de entender a los otros y por lo tanto de restaurar una subjetividad dañada por la vida misma y por esta sociedad que no quiere seres pensantes, originales, y que sólo avala las copias, los hombres iguales entre sí, consumidores que se consumen. La literatura, el arte en su extensión, es revolucionario, es una forma de ver la vida desde otro lugar. De eso y un poco más tratará mi próximo libro.
Gracias Sol por tu excelente trabajo! y esperamos que QuiniFreud siga encontrando nuevos lectores!
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