Hoy les traigo la reseña del segundo tomo de la trilogía La historia argentina contada por mujeres, en donde se muestra la historia argentina desde el punto de vista de la mujer. Las autoras de esta trilogía son Gabriela Margall y Gilda Manso, y la editorial es Ediciones B. Pueden leer la reseña del primer tomo aquí.
El objetivo de esta trilogía es acercar la historia de género a un público masivo, sin grandes
conocimientos académicos. No son libros de historia como los que leíamos en la escuela. Son libros muy amenos. El segundo tomo tiene 288 páginas, consta de 22 capítulos cortos y abarca la historia argentina desde la anarquía (1820) hasta la batalla de Pavón (1861). La voz de la mujer aparece en cartas privadas y en la prensa escrita. La mayor parte de los textos provienen de mujeres educadas, de sectores medios y altos, con una gran participación política. Son las "esposas de". En cada capítulo se analiza un texto escrito o algo dicho por una mujer.
Luego de 1820, se difundieron las ideas ilustradas. Se quería educar a la mayor cantidad posible de personas ya que había un gran porcentaje de analfabetismo. En 1823, se creó la Sociedad de Beneficencia que estaba formada por mujeres de la alta sociedad porteña, quienes se convirtieron en las primeras funcionarias estatales de Buenos Aires. Las primeras elegidas no aceptaron porque no querían ocupar un ámbito que siempre había sido masculino. Una de las que sí aceptó fue Mariquita Sánchez de Mendeville. El objetivo de la Sociedad de Beneficencia era fomentar la educación femenina y asegurar la organización de las escuelas a las que concurrían niñas pobres. La idea era formar mujeres ilustradas, quienes, a su vez, se encargarían de formar hijos ilustrados.
Las autoras le dedican un capítulo a Juana Azurduy. En 1811, ella y su marido —Manuel Ascencio Padilla— se unieron al Ejército del Norte. Juana organizó y comandó el Batallón Leales, que estaba integrado, en buena parte, por mujeres indígenas y mestizas. Con ese batallón, Juana consiguió tomar el cerro de Potosí. Luego de que terminó la guerra, Juana quedó en la pobreza y solicitó apoyo económico. Gracias al gobierno de Salta, pudo regresar a Charcas, su provincia natal, pero nunca le restituyeron sus bienes confiscados y, en los últimos años de su vida, le quitaron una pensión que recibía, por lo que falleció en estado de indigencia en 1862.
En este tomo, las autoras nos cuentan cómo las mujeres comienzan a incursionar en el mundo del periodismo. En 1830, aparece la revista quincenal La Aljaba, primera publicación para mujeres y dirigida por una mujer. Su fundadora, directora y redactora fue Petrona Rosende de Sierra, primera mujer periodista en el Río de la Plata. Nació en Montevideo y emigró a Buenos Aires con su marido. Su ambición era crear su propio periódico para educar a las damas de la época. Solo se publicaron dieciocho números, pero puede considerarse la semilla del periodismo femenino. Más adelante, en 1852, comenzó a publicarse La Camelia, un periódico fundado y editado por Rosa Guerra. Su lema era "Libertad no licencia: igualdad entre ambos sexos". Rosa fue también una de las primeras novelistas argentinas (Lucía Miranda, 1860) y fue la primera dramaturga argentina (Clemencia, un drama en tres actos). Por otro lado, en 1854, es el turno del lanzamiento del periódico Álbum de señoritas, dirigido y redactado por Juana Manso, quien debido a su lucha por la libertad de las mujeres, fue censurada y atacada. Fue maestra, escritora, periodista y traductora. Se la considera la iniciadora del movimiento de coeducación.
En este libro también se narra el rol de las mujeres durante el enfrentamiento entre federales y unitarios. Las autoras nos relatan que un grupo de mujeres porteñas federales escribió una carta anónima en la que daban los nombres de los candidatos que proponían y apoyaban para las elecciones de 1833. En ese texto son bastante críticas en lo que respecta al papel de la mujer en la sociedad. Sueñan con el voto femenino y con la participación activa de la mujer en la política. También critican la educación: sus padres les enseñaron a coser pero no a escribir.
Por supuesto, Margall y Manso le dedican un capítulo a Encarnación Ezcurra y otro a Manuela Rosas, las mujeres más cercanas a Juan Manuel de Rosas. Encarnación, la esposa de Rosas, es quien manejaba los hilos del poder. Intervenía en la política rosista y, si era necesario, usaba la violencia para conseguir su objetivo: hacer que su esposo regresara al poder. Lideró la Revolución de los Restauradores y le dio forma a la Sociedad Popular Restauradora. Los seguidores de Rosas la llamaban "la Heroína de la Federación". Fue una mujer que ejerció el poder desde la esfera privada. Rosas llegó al poder en 1835 y ella falleció en 1838.
Luego de la muerte de Encarnación, su hija Manuela comenzó a acompañar a su padre en los actos públicos. La llamaban "la princesa federal". Fue una figura pública, pero no política, con un poder limitado ya que en esa época una mujer casada tenía más poder que una soltera y una madre, más poder que una hija.
Durante el gobierno de Rosas, en 1848, se produjo el fusilamiento de Camila O'Gorman, una mujer de la alta sociedad, por haber huido con un sacerdote. Camila conoció a Uladislao en 1843 y comenzaron un romance secreto. En 1847, huyeron juntos y se establecieron en Goya, Corrientes. Allí abrieron una escuela. En 1848, un sacerdote los descubrió y los denunció, y fueron trasladados a Buenos Aires para ser juzgados. María Josefa Ezcurra, la cuñada de Rosas, y Manuelita, su hija, intentaron interceder para que Rosas modificara el castigo. Lo más usual en la época, habría sido recluir a Camila en la Casa de Ejercicios y encarcelar a Uladislao. Al momento del fusilamiento, Camila estaba embarazada de ocho meses y, antes de ser fusilada, le hicieron beber agua bendita para asegurar la salvación de su bebé.
La figura de Mariquita Sánchez vuelve a aparecer en esta etapa en el libro porque tenía una relación cercana con Rosas debido a que se conocían de niños. Pero a la vez, Mariquita tenía una relación estrecha con la generación del '37, integrada por los intelectuales que se oponían a Rosas. Mariquita se exilió en Montevideo en 1838 y se dedicó a escribir un diario para Esteban Echeverría, en el que solía relatarle todo lo que sucedía en Montevideo. También se dedicaba a escribir cartas para sus hijos y sus amigos. En una carta a su hija dice lo siguiente: "Quiero escribir la historia de las mujeres de mi país. Ellas son gente". Margall y Manso tomaron esta frase como eje y guía para esta trilogía de libros.
En el libro, encontramos otros testimonios de mujeres menos conocidas que las que nombré, pero no por ello menos interesantes. Disfruté de este tomo tanto como del primero y espero leer pronto el tercero, que abarca desde la batalla de Pavón (1861) hasta el inicio del siglo XX. Si les gusta la historia argentina y sintieron que siempre les contaron una versión, no se pierdan esta trilogía, donde aprendemos acerca de nuestra historia de una forma amena y con perspectiva de género.
Me re interesan estos libros, tengo muchas de leer el primero y continuar con los otros obvio :D
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