Diario de la guerra del cerdo es una novela del escritor argentino Adolfo Bioy Casares que fue publicada por primera vez en 1969.
Esta es la sinopsis de la novela:
Inesperado precursor de las revueltas estudiantiles, de la guerrilla urbana y hasta del movimiento punk, Diario de la guerra del cerdo es la profética crónica de una lucha implacable entre viejos y jóvenes. Una mañana, Isidro Vidal, jubilado sedentario y benévolo, descubre que el proceso de sustitución generacional se ha acelerado. Hordas de atléticos muchachos recorren Buenos Aires a la caza de viejos débiles y lentos. Obligados a improvisar una desesperada defensa, Vidal y sus amigos deberán aprender a moverse por una ciudad fantasmagórica, apenas iluminada por las antorchas de una guerra invisible, tan real como simbólica. Una guerra que se libra contra grupos rivales pero también contra un enemigo común: el inexorable paso del tiempo.
Adolfo Bioy Casares terminó esta novela en 1968. Según declaró en entrevistas, la escribió en un momento en que se sintió envejecer. Como nació en 1914, podemos calcular que tenía 54 años al escribir el libro. La novela es corta, como todos los libros que leí hasta ahora de Bioy Casares, y en ella se relatan los hechos que transcurren durante una semana en la que se produce una especie de guerra entre jóvenes y viejos en Buenos Aires.
Don Isidro, el protagonista, está en el límite de la edad, en una tierra de nadie: unos lo consideran viejo y otros, joven. Debe de tener aproximadamente cincuenta y tantos, más o menos la misma edad que tenía el escritor al momento de escribir el libro. Vive en un conventillo con su hijo Isidorito y está jubilado (en esa época la gente se jubilaba antes que ahora). Se reúne con un grupo de amigos ("los muchachos") que también son jubilados, algunos son de su edad, otros más grandes. Se trata de Néstor, Dante, Arévalo, Jimmy y Leandro Rey. De repente, comienzan a producirse ataques en los que los jóvenes matan a los viejos. Don Isidro ve como cada día que pasa matan o desaparecen vecinos y amigos de él. Su hijo suele reunirse con un grupo de jóvenes revolucionarios, pero cuida a su padre. Por ejemplo, una vez que hacen una reunión en el conventillo, Isidorito esconde a don Isidro en el altillo.
Los temas de la novela son la vejez y el choque generacional. Los jóvenes le echan la culpa de todos los problemas a los viejos, los consideran inservibles, una carga para la sociedad. En una parte, un personaje comenta que los jóvenes dicen que los viejos son egoístas, materialistas, voraces y roñosos y los comparan con los chanchos, de ahí el nombre de la novela, mientras que otro personaje dice que los jóvenes matan en manada, como una piara de cerdos, por lo que en cierta forma, ellos también lo son desde el punto de vista de los ancianos. Decidí leer esta novela porque, en un momento durante la cuarentena, surgió el proyecto de controlar la salida a la calle de los mayores de 60 años. Según este proyecto, en caso de querer salir, los adultos mayores iban a tener que tramitar un permiso, pero esta medida no llegó a tomarse debido a las fuertes críticas que recibió. Mucha gente comentó que ni siquiera Bioy Casares se había animado a tanto en su novela Diario de la guerra del cerdo. Por eso, me impactó mucho que al principio de la novela se diga que don Isidro está "confinado" en su cuarto (en países como España, al aislamiento obligatorio le dicen confinamiento).
Este libro también muestra cómo una ideología puede expandirse en poco tiempo y convertir a los seguidores en fanáticos y asesinos despiadados. También hay lugar para el amor en esta novela ya que don Isidro se enamora de una vecina joven llamada Nélida, que vive en el conventillo y está de novia con un muchacho que es músico. El final me sorprendió bastante porque muere un personaje que yo no pensaba que iba a morir y no muere el que yo creía que iba a morir.
Se nota el paso del tiempo en el lenguaje utilizado por Bioy Casares. Encontré muchas palabras que desconocía, como "cáfila" y "atrabiliario" porque ya no se usan hoy en día, además de la expresión "tortita guaranga" utilizada para nombrar a la factura conocida como "torta negra". Si bien el lenguaje de la novela ha envejecido, la temática del libro aún se mantiene vigente.
Hubo muchas frases del libro que me resultaron memorables y me hicieron reflexionar. Comparto algunas con ustedes:
"He llegado a un momento de la vida en que el cansancio no sirve para dormir y el sueño no sirve para descansar".
"Viene llegando la primavera que siembra flores en la vejez".
"El hombre astuto despliega a tiempo su estrategia contra la vejez. Si piensa en ella se entristece, pierde el ánimo, se le nota, dicen los demás que se entrega de antemano. Si la olvida, le recuerdan que para cada cosa hay un tiempo y lo llaman viejo ridículo. Contra la vejez no hay estrategia".
"Creyó por primera vez entender por qué se decía que la vida es sueño: si uno vive bastante, los hechos de su vida, como los de un sueño, se vuelven incomunicables porque a nadie interesan. Las mismas personas, después de muertas, pasan a ser personajes de sueño para quien las sobrevive; se apagan en uno, se olvidan, como sueños que fueron convincentes, pero que nadie quiere oír".
"—El viejo es la primera víctima del crecimiento de la población —afirmó el muchacho bajo—. La segunda me parece más importante: el individuo. Ustedes verán. La individualidad será un lujo prohibido para ricos y pobres".
"—"En esta guerra los chicos matan por odio contra el viejo que van a ser. Un odio bastante asustado...".
"Se incautaron de los camiones de la División Perrera y recorren las arterias de la ciudad, a la caza de viejos que buscan en sus reductos domiciliarios y se los llevan de paseo, enjaulados, en mi opinión para escarnio y mofa".
"La juventud es presa de desesperación —repitió Faber—. En un futuro próximo, si el régimen democrático se mantiene, el hombre viejo es el amo. Por simple matemática, entiéndanme. Mayoría de votos. ¿Qué nos enseña la estadística, vamos a ver? Que la muerte hoy no llega a los cincuenta sino a los ochenta años, y que mañana vendrá a los cien. Perfectamente. Por un esfuerzo de la imaginación ustedes dos conciban el número de viejos que de este modo se acumulan y el peso muerto de su opinión en el manejo de la cosa pública... Se acabó la dictadura del proletariado, para dar paso a la dictadura de los viejos".
"Hay un nuevo hecho irrefutable: la identificación de los jóvenes con los viejos. A través de esta guerra entendieron de una manera íntima, dolorosa, que todo viejo es el futuro de algún joven. ¡De ellos mismos, tal vez! Otro hecho curioso: invariablemente el joven elabora la siguiente fantasía; matar a un viejo equivale a suicidarse".
Luego de leer la novela, comencé a investigar en internet y descubrí que, en 1975, el cineasta argentino
Leopoldo Torre Nilsson filmó una película —
La guerra del cerdo— basada en esta novela. Está disponible en YouTube y aproveché para verla antes de escribir la reseña. Los protagonistas son José Slavin (don Isidro), Víctor Laplace (Isidorito) y Marta González (Nélida). Es una adaptación bastante fiel al texto original (pueden ver la película
aquí).
En resumen, Diario de la guerra del cerdo es una novela que nos hace reflexionar sobre el envejecimiento y la brecha generacional entre jóvenes y viejos. Además, nos hace recordar que todos los jóvenes alguna vez llegarán a ser viejos y nos previene acerca de lo virulenta que puede ser la rápida expansión de una ideología. Creo que es una novela para todas las edades. A los jóvenes les servirá para reflexionar acerca del modo en que ven y tratan a las personas mayores mientras que a los adultos mayores les hará pensar en el paso del tiempo y les causará un profundo impacto la horrorosa posibilidad de que alguna vez pase algo así. De todos modos, no podemos negar que a veces ocurren hechos que se acercan a los descritos en esta novela, como cuando los familiares depositan a los ancianos en los geriátricos o las dificultades que tienen las personas mayores de cincuenta años para encontrar trabajo. Yo todavía me considero joven (tengo 42 años), pero creo que ciertas personas ya me incluyen en la franja intermedia de tierra de nadie porque a veces me tratan de usted y me dicen señora, cosa que detesto con toda mi alma (sí, sufro de "señofobia").